Contar uno por contar cuenta cualquier historia

A pesar de que el mismísimo Guillermo lo niegue rotundamente, es cabulero. O lo fue. Una de ellas tan importante como ridícula implicaba a sus amigos de toda la vida Leo de Cristófano y los hermanos Sebastián y Luciano Accastello y consistía en una visita a los entrenamientos del Lobo de los sábados a la tarde para intercambiar no más de un par de frases. No había lugar para pensar en los 25 kilómetros a recorrer, fiebre, gripe, llueva, nieve o truene y cancelar ese instante de insiparción a la bendita suerte. La escena era así: los amigos de Guille, que por la mañana siempre jugaban un torneo de fútbol, llegaban sobre el final de la práctica y se apostaban contra el alambrado esperando que el Mellizo terminara la práctica. Y ahí es que se producía un diálogo absurdo pero inalterable a la vez en el que sólo Sebastián y Guillermo intervenían:

-    ¿Cómo salieron hoy?, preguntaba el Melli.
-    Ganamos (Empatamos, perdimos, según el resultado que corresponda).
-    Ahhh...
-    ¿Cómo forman ustedes mañana?
-    No sé, ni idea...
-    Che, ¿sabés adónde lleva esa ruta?
-    Sí, creo que sale a la 36...

La última respuesta del Siete Bravo apuntaba a un camino que pasa por atrás del predio de Estancia Chica, y era el cierre de uno de los ritos semanales más absurdos pero ineludibles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario