Panic show a plena luz del día

Se conocían, claro, pero esa tarde del 5 de mayo de 1996 fue la presentación formal entre Guillermo Barros Schelotto y la gente de Boca. Hasta la casa estaba impecable para aquél encuentro, como cuando llegan invitados a una gala, de honor en este caso. Porque Boca estrenaba la nueva Bombonera, remodelada, con sus palcos modernizados que Mauricio Macri, en una novedosa y rendidora medida, había subastado personalmente para recaudar U$S 5.000.000. 
Guillermo definiendo ante el esfuerzo estéril de Fabbri.
Todos los sentimientos confluyeron esa tarde en La Bombonera. El orgullo de los dirigentes de Boca que reestrenaban el estadio, cumpliendo una de las promesas de campaña. El amor y el odio del Beto Márcico, que se reencontraba con su gente pero buscaba venganza contra los que lo habían echado de Boca; las emociones de Guillermo, que con el fútbol que más le gustaba quería darle una lección a un técnico-símbolo de la historia de Estudiantes como Bilardo y a la vez llamar la atención de Boca… Todo coincidió esa tarde que quedó marcada a fuego. 
Porque Gimnasia, en su máxima expresión de belleza y efectividad, trituró a Boca en su propia casa con un lacerante 6-0. A Guillermo le rompieron la camiseta, pero ni así pudieron pararlo. Marcó tres goles, dejó su huella y quedó maravillado con la ovación que el público local le ofreció a su viejo ídolo Alberto Márcico sin importarle el color de la camiseta. Con esa cálida y afectuosa caricia que el hincha de Boca le hace a unos pocos y que el mellizo gozaría repetidamente sobre su piel años más tarde…
“Sentí una humillación inmensa. Esto es una vergüenza”, confesó Diego Maradona desde su reluciente palco VIP, el mejor ubicado, y por el que había pagado U$S 305.000 en la subasta. El dolor que le provocó a los hinchas de Boca el jugador del momento, al final, fue un pequeño botón al lado de las satisfacciones que tenía guardadas para ellos…


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