Y por dinero vino a ofrecerme su palabra Santa

Alguna vez Guillermo pudo ser jugador de su futuro gran rival de Núñez. No lo fue por una diferencia de U$S2.500.000 gracias a un revire del por entonces DT del  Lobo, el Viejo Griguol, debido a la oferta de U$S5.000.000 de River por el combo Barros Schelotto. Les subió sustancialmente la cotización diciendo "si quieren a los Mellizos, que paguen 10 palos". Pese al consejo antojadizo, el Presidente de Gimnasia, Delmar, no le hizo tanto caso y los cotizó en U$S7.500.000 aunque el pretenso club no se estirara más de lo ya ofertado.
Mientras River todavía festejaba la Copa Libertadores, Bianchi firmaba contrato con la Roma, el Cholo Simeone ganaba La Liga con al Atlético de Madrid, Crespo se iba al Parma por U$S3.500.000 y Argentina cedía la medalla de oro en los Juegos Olímpicos al caer frente a Nigeria por 3-2, otro que se anotó por aquéllos tiempos de Gimnasia para obtener los servicios de Guille fue San Lorenzo, quien ofertó U$S1.300.000 más el pase de Javier Albarello. Ésta, como tantas otras, también la rechazó, aunque se lo veía ilusionado. "Pero como con la de Gimnasia, nunca".


Contar uno por contar cuenta cualquier historia

A pesar de que el mismísimo Guillermo lo niegue rotundamente, es cabulero. O lo fue. Una de ellas tan importante como ridícula implicaba a sus amigos de toda la vida Leo de Cristófano y los hermanos Sebastián y Luciano Accastello y consistía en una visita a los entrenamientos del Lobo de los sábados a la tarde para intercambiar no más de un par de frases. No había lugar para pensar en los 25 kilómetros a recorrer, fiebre, gripe, llueva, nieve o truene y cancelar ese instante de insiparción a la bendita suerte. La escena era así: los amigos de Guille, que por la mañana siempre jugaban un torneo de fútbol, llegaban sobre el final de la práctica y se apostaban contra el alambrado esperando que el Mellizo terminara la práctica. Y ahí es que se producía un diálogo absurdo pero inalterable a la vez en el que sólo Sebastián y Guillermo intervenían:

-    ¿Cómo salieron hoy?, preguntaba el Melli.
-    Ganamos (Empatamos, perdimos, según el resultado que corresponda).
-    Ahhh...
-    ¿Cómo forman ustedes mañana?
-    No sé, ni idea...
-    Che, ¿sabés adónde lleva esa ruta?
-    Sí, creo que sale a la 36...

La última respuesta del Siete Bravo apuntaba a un camino que pasa por atrás del predio de Estancia Chica, y era el cierre de uno de los ritos semanales más absurdos pero ineludibles.

¿La solución, la salvación? Todo puro cuento

Poster de El Gráfico Gimnasia subcampeón Clausura 1995.
Cierto es que Guillermo jugó al fútbol como adora la camiseta de Gimnasia: con el corazón. Estaba a 90 minutos de cumplir su gran sueño, y para éso se había quedado luego de haber recibido varias ofertas y rechazarlas todas: Cruz Azul de México U$S550.000 a mediados del '93; Emelec de Ecuador U$S700.000 a principios del '94, que luego de una cena con su amigo, el Tano Guzmán, quien le hizo saber que se perdería la final de la Copa Centenario, Guillermo contestó "Deciles a los ecuatorianos que les agradezco la oferta, pero no me voy. Me quiero quedar en Gimnasia"; Toluca de México a fines del '94: "La oferta no es tan importante como para que justifique la decisión de irme de Gimnasia. Acá me siento cómodo y soy hincha fanático", dijo el Mellizo.
Aquélla noche era la última del Clausura '95, y el Tripero dependía de sí mismo para campeonar. Desde Avellaneda, Diego Cagna denunciaba aprietes telefónicos para que Independiente "no se interponga en el camino de Gimnasia". Desde la noche anterior muchos hinchas acampaban en la entrada del Estadio para ingresar no bien se abran las puertas. A la hora del partido el Bosque hervía, pero en el entretiempo, tras el gol de Mazzoni a los 44 minutos, estaba helado. Y al final, con San Lorenzo ganando en Arroyito 1-0 a Central, el hielo se derritió en lágrimas. Gimnasia había perdido contra sí mismo, contra sus nervios.
Cancha de Gimnasia de La Plata el día del subcampeonato.
Ni la ovación y eterna idolatría curaban a un Guillermo dolido como nadie, y después de desagotar todo el llanto necesario para liberar tanto dolor, decía "cuando me acuerdo de esa noche tengo ganas de morirme. Me sentí muy mal. Nadie más que yo quería ganar ese partido. Era mi sueño. Por ahí nos faltó serenidad para encarar el partido. No supimos manejar la situación cuando el gol no llegaba. No hay otra explicación. Ahora no me voy a ir de Gimnasia. Quiero revancha", avisó con bronca y sed de gloria, quien esa magra noche se fue caminando desde el Estadio hasta su casa, y sólo se desvió unos pasos para perseguir a piedrazos a unos hinchas de Estudiantes que pasaban en un auto gastándole bromas propias de la derrota.
Comenzó el año 1995 y Mallorca y Sporting de Gijón, ambos de España, acercaron una oferta por alrededor de U$S2.200.000 para llevarse a los Mellizos. "No, gracias", dijeron nuevamente.

Salgo a la calle, a la noche, a la platea, vos te pegás a mi hoy soy tu salvación

Apertura 1995, y el Gimnasia del Viejo Carlos Timoteo Griguol se tuteaba en la cima del Torneo con Boca, Vélez y San Lorenzo. Habían pasado Deportivo Español (1-0, Lagorio), Platense (1-0, Guglielminpietro), Huracán (2-1, Morant y Alonso) y siete días después vendría otra prueba de carácter, en Córdoba, contra Talleres.
Lito Gárgano, hincha reconocido de Gimnasia al que no le hace falta presentar credenciales, recuerda como si fuera hoy aquél partido:
Guillermo en entrevista post partido sobre la quinta amarilla.
"El partido estaba 1-1, con un gol del Pícaro Fernández, pero se había puesto muy complicado y Gimnasia tenía que ganar o ganar para seguir prendido ahí arriba. Y justo cuando más necesitábamos de Guillermo le sacaron una amarilla y con ésa llegó a la quinta. Se perdía el próximo partido, nada menos que con Boca. El pendejo empezó a hacer puchero, a protestar, a patear la tierra de la calentura... Se estaba yendo del partido. Entonces, en ese momento, me acerco a la parte más baja de la tribuna para tenerlo lo más a tiro posible y cuando veo que está mirando para mi lado le grité con alma y vida: 'Pendejo, la concha de tu madre, el partido que viene lo jugamos de local en el Bosque. Ahora resolveme éste'. No sé cómo me escuchó, pero giró la cabeza, me miró y asintió. Y en el último minuto metió el gol del triunfo... No lo podía creer. Cuando terminó el partido los jugadores se acercaron a la tribuna y empezaron a tirar las camisetas. '¿Qué hijo de puta se va a quedar con la mía?', pensaba. Porque en realidad no había nadie que mereciera la de Guille más que yo. Y de golpe veo que el Mellizo viene hacia el sector desde el que le había gritado, me ubica y me dice: 'Ésta es para vos'. Fue la alegría más grande que me dio un jugador de Gimnasia en toda mi vida" sentencia el hincha del Lobo. Y posteriormente Guillermo confirma: "Cuando me acerqué al alambrado para tirar la camiseta escuché que desde el costado me gritaban 'No me cagués eh... No me cagués'. Y cuando lo ubiqué se la dí en al mano".
Acá les dejo un resumen de la gesta platense con tintes de epopeya y declaraciones del Melli y Dopazo.