No se puede construir todo el sueño sin soñarlo

Apenas me levanto lo primero que pienso es que a las 14.30 hs. tengo que estar en La Bombonera. No juega Boca y, mejor dicho, tengo que estar en Casa Amarilla. Se hace la hora de partir hacia la cita y, acompañado de mis nervios, parto al destino señalado.
Me recibe la gente de seguridad y me anuncio para ser atendido por la persona que me debe recibir. "Tome asiento, aguarde", me dicen habiéndose sorprendido previamente por la persona a la que iba a entrevistar. Llegué a las 14.00, por si las moscas, y en la sala de espera de Casa Amarilla estuve dos horas entre nervios y ansiedad. No aburrimiento, ya que delante mío desfilaban varios jugadores hacia el gimnasio con zapatillas y ropa deportiva. Entre ellos, Diego Perotti, quien supongo no participaría del entrenamiento por cuestiones de conocimiento público y porque lo vi pasar en ojotas con medias. Una imagen vale más que mil palabras, dicen.
El Virrey posó para nosotros luego de la nota
Mientras tanto, el televisor de la sala donde me encontraba mostraba el accidente del avión que viajaba a Carmelo, Uruguay, y la renuncia intempestiva de Ramón Díaz. Se hicieron las 16 horas y la persona que esperaba se presenta, le explico qué vengo a hacer y me invita a esperar nuevamente. A los 5 minutos me dice "pase". Llegamos al pasillo previo a las canchas de Casa Amarilla y mientras dialogamos, veo a Erbes y Forlín haciendo humoradas, y a mi derecha aparece él: Carlos Bianchi.
Nos damos la mano, cumplo un sueño al hacerlo, y como me lo permiten mis nervios intento pedirle unos minutos para charlar. Estaba apurado ya que a esa misma hora comenzaba el segundo turno de entrenamiento. "Haga una cosa: quédese unos minutos acá. Los jugadores van a pasar por acá mismo rumbo al gimnasio, vuelvo y charlamos unos minutos" me indica el Virrey, tratándome de usted tal es su costumbre. 
Como bien me había adelantado, a los pocos minutos desfila el resto del plantel Xeneize que no había visto, inclusive Riquelme quien jocosamente pasa diciendo "eeh! Que se suspenda! Si no viene Ramón, no se juega" refiriéndose al Boca - River que se avecina en Cancún. "Venga, pase por acá", me dice Carlos.
Cierra la puerta de la sala a la que me llevó, la ventana que da a una de las canchas de entrenamiento y amablemente me pregunta "bueno... ¿de qué vamos a hablar?". Carlos Bianchi y yo, solos. 
En el '98 usted llegó a Boca y se encontró con Guillermo Barros Schelotto y Martín Palermo que recién llegaban al club. Hay una foto, polémica, que se decía en ese momento que usted les había dicho "uno u otro, los dos no". ¿Qué fue lo que pasó ese día?
Yo tenía dos delanteros nada más en esa época. Entonces a los dos les dije "ustedes van a jugar", así de simple. Era lo mejor que tenía en esos momentos, eran ellos que iban a comenzar jugando y que podían quedarse tranquilos porque los iba a apoyar y les iba a dar la confianza lógica.
En el año 1999 hay un partido que es recordado porque es una anécdota conocida con usted porque Guillermo, en las clásicas y reiteradas ocasiones en las que se va del partido, se fastidia, con ese gestito con la mano para atrás al ábritro, y usted decide sacarlo. ¿Qué le dijo usted al oído cuando salió de la cancha y Guillermo se sentó en el banco de suplentes?
[Se inclina, tomando la postura que tomó en aquel momento] Sacate todos los berretines que tenés en la cabeza [sonrisas]. Pero lo cómico no es lo que le dije yo. Lo cómico es que se sentó y a los cinco minutos vino, se me acercó, y me dijo "Carlos, ¿Qué quiere decir 'berretines?", éso es lo cómico [risas].
Guillermo mismo dice que, en este sentido, si hubiera protestado menos, habría jugado mejor. ¿Usted qué opina?
No [categórico]. Guillermo era así por éso. Las discusiones, vivir los partidos de la manera que los vivía... déjenlo como fue que así lo podemos disfrutar.
Y como es.
Aquella foto que dio polémica en el año 1998.
Como es, bueno sí, ya es demasiado... yo pienso que como es eh... [risas]. Manejaba mejor los tiempos como jugador que como técnico, me da la impresión. Se pone muy nervioso, se calienta demasiado.
El Boca - River de 2003 que se jugó en La Bombonera lo arrancamos perdiendo 2-0, y en un momento Guillermo se puso el equipo al hombro y marcó los dos goles agónicos que nos dan el empate. ¿Qué sensación le dejó ese partido de Guillermo, particularmente?
[Se cruza de piernas en el sillón] Lo que pasa es que uno siempre tiene... por la importancia, ¿no?. Yo tengo el partido de Paysandú. Creo que ese partido fue... Cuando un jugador se pone, digamos... es su día, porque todos tuvimos nuestro día, sea un arquero, sea un marcador lateral, sea un mediocampista, sea un delantero, cada uno de nosotros tuvimos nuestro día. Yo pienso que ese día fue el día de Guillermo, el de Paysandú, mucho más importante que el de River.
Usted en Paysandú, en el cuarto gol de Boca, hay una jugada en que Battaglia tira un pelotazo para arriba que le caía al central brasileño y usted le grita a Guillermo "andá Guille, andá Guille!"
Sí, yo estaba convencido de que le iba a errar. Era el instinto del nueve que fui. Yo sabía, estaba seguro de que tenía que arrancar antes para poder aprovechar la situación que iba a crearse a partir de que el defensor iba a terminar equivocándose.
Una vez el Pelado Moner, el antiguo central, dijo "Guillermo maneja muy bien los tres perfiles: el zurdo, el derecho y el oral". ¿Para usted es verdad?
No... el oral... cualquiera hablaba en al cancha, todos hablamos en la cancha de una manera o de otra. No, él tenía los dos perfiles que eran importantes, el derecho y el izquierdo que eran para hacer la diferencia que era lo que le aportaba él al equipo, toda su inventiva.
¿Qué recuerdo le dejó Guillermo como jugador, más que nada como persona, qué tiene que ver él con esos berretines, con lo que es afuera de la cancha?
Yo pienso que si él hubiera nacido unos veinte años antes habría sido un porteño tremendo porque tiene las cosas de los pibes de barrio, de los chicos que nos criamos en la calle pero en el buen sentido de la palabra. ¿Como decimos "chico de apartamento"?, también decimos chico de la calle pero en el buen sentido de la palabra, él era vivo, despierto, usaba la picardía en el buen sentido porque hay veces que hay algunos que "yo soy un vivo bárbaro y termino estafando a alguien", éso no es ser vivo. Él era, digamos, tenía mucha chispa, mucho ingenio.
Y calidad humana.
[Asiente] Éso aparte.
Muchísimas gracias por todo el tiempo que nos dedicó y desde La Schelotto le mandamos un saludo grande.
Un abrazo muy grande. Felicidades. Carlos.
Me trató como lo que es: un señor. Me fui de Casa Amarilla sabiendo que acababa de cumplir un sueño.