Todo este motor para devastar tu inconsciente

En la época de la Selección de Passarella se hizo muy famosa una anécdota de Guillermo. Una muy especial que tuvo que contar ante la insistencia verdaderamente insostenible de Claudio Husaín. Sí, digo bien. Tuvo, porque el ex volante central estaba empecinado en que alguna vez los mellizos se aprovecharon de sus parecidos. Y Guille no pudo escaparle a esa cuestión, sobre todo en aquellas noches de larga concentración en los Panamericano de Mar del Plata '95. "Dale, contate alguna, Guille. Estoy seguro de que una con tu hermano habrás hecho...", casi que rogaba el Turco, dando por descontado que esa fama de pícaro que ya ostentaba Guillermo dentro de la cancha también se trasladaba a la vida cotidiana. Husaín al final se llevó lo que quería. Fue en uno de los ratos libres, en la Villa Olímpica, que el Melli tuvo que apelar a una historia ajena para salir del paso. Y, en este caso, la ficción superó la realidad...
La instaló en una peluquería. Picardías de juventud, que se le dicen. "Yo entré primero - comenzó el relato ante un atento e interesado Claudio - y le dije al peluquero que, por la textura de mi pelo, me tenía que cortar como yo le decía para que me quedara bien: 'De este lado, cortame con navaja y del otro dejámelo largo como está', fueron mis indicaciones. El tipo se sorprendió:
- ¿Y por qué así?
- Porque si me tocás el costado, se me cae el pelo.
- Ah, bueno.
- Mirá que se me cae en serio, eh, no me toques, eh.
- Está bien, como digas.
Pero el peluquero no me cortó tal cual le había dicho. Desconfiado, hizo lo que quiso porque creyó que lo estaba jodiendo y yo lo dejé. Cuando terminó, entonces le pregunté:
- ¿Seguro que lo hiciste bien?
- Quedate tranquilo.
Salí y con Gustavo, que me esperaba en la esquina, dejamos pasar unos diez minutos. Y ahí entró él, que tenía el pelo bien cortito, para hacer el reclamo a los gritos en la peluquería: '¡¿No te dije que me cortaras como te había dicho?! ¡Mirá cómo me quedó ahora! ¡Ya se me empezó a caer!'. El tipo, te imaginarás, no salía de su asombro. No entendía nada. Y se cansó de pedirle disculpas a Gustavo, je".
Estallaron las carcajadas en la habitación de la Villa Marista. El Turco no paraba de reírse y en el fondo se regocijaba por haber confirmado sus sospechas. "¿Viste? Sabía que tenías una...", le repetía a Guille, quien al rato empezó a preocuparse por la emoción de su compañero. "Ahora, en la cena, se la vamos a contar a los chicos". Ahí, al Melli no le quedó otra que blanquear su nueva travesura...
- No, Turco, mirá... En realidad, es mentira. Eso nunca nos pasó a nosotros. Te conté una historia que escuché de otros mellizos.
- No, no, ja, ja... Ahora no te querés hacer cargo.
- En serio, Turco. Ésto fue en una peluquería de Azul. Es conocida.
- Yo nunca la escuché. Te querés borrar, Guille. Pero no vas a zafar de contarla.
Efectivamente Husaín nunca le creyó al mellizo que se había apropiado de una historia ajena. Y Guillermo tampoco zafó de tener que contarla una y otra vez. Sobre todo cuando Passarella preguntó en la cena qué había dicho el siete bravo para hacer reír tanto al plantel. De hecho, el Kaiser todavía sigue recordando esa risueña situación y le adjudica la autoría intelectual al mellizo. Hazte la fama...

Cuánta verdad, cuánta mentira y cuántas palabras

Tiempo atrás se conoció esta entrevista de Nicolás Peña para El Equipo - Deportea Online donde el Mellizo, relajado como es su costumbre, contesta, desmitifica y quita dramatismo a determinadas cuestiones sobre su exitoso paso por Boca Juniors. A continuación transcribo un texto que deja interesantes perlitas.

La leyenda del 7 bravo

Guillermo Barros Schelotto, ídolo de Boca y ahora entrenador de Lanús, cuenta historias frente a River en una entrevista con El Equipo. "Ese señor, no sé cómo se llama, me está insultando", la referencia a Hernán Díaz y las eternas polémicas: "Capaz son comentarios que tirás en el momento y pasan, pero no recuerdo", dice, entre risas.

Se acerca el “Superclásico” y Guillermo Barros Schelotto, exjugador y uno de los máximos ídolos de Boca, compartió con El Equipo algunas de sus vivencias en distintas ediciones del partido de fútbol más importante de la Argentina. Entre sus declaraciones negó ser el responsable de las expulsiones sufridas por Sambueza y Hernán Díaz en el enfrentamiento de Copa Libertadores de 2004, partido que, al igual que el próximo domingo, se jugará en el Monumental sólo con público local.

-Alguna vez hiciste echar a Hernán Díaz.

-No. Esas son circunstancias del juego que se van exagerando y quedan mucho más agrandadas por el triunfo final que por lo que realmente pasó en el campo de juego.

- ¿Cómo fue la situación?

-Yo lo venía corriendo a Rojas, él pisa la pelota, se cae, se rompe el ligamento cruzado de la rodilla y no puede seguir. Todo el mundo pide el cambio pero River ya había hecho los tres permitidos. Como pareció que le hice falta, cuando en realidad yo no lo había tocado, Sambueza le recrimina al línea que Rojas se lesionó por mí culpa. Me imagino que le habrá dicho algo de más y el juez decidió expulsarlo.

-Se cree que vos le dijiste a Sambueza: “Boludo te expulsó” (en referencia a Baldassi, árbitro del encuentro).

-No, yo no le dije nada.

-¿Y lo de “ese señor que no sé cómo se llama me está insultando”? (Barros Schelotto habría dicho esta frase en referencia a Hernán Díaz, ayudante de campo del técnico de River, lo que generó la expulsión).

-Había alguien atrás que me estaba insultando cada vez que iba a tirar un córner o cada vez que la jugada era por esa zona. Yo sabía que no era Hernán Díaz, era otro ayudante. Nosotros necesitábamos que pase el tiempo porque River nos estaba superando, ya había marcado un gol y habíamos sacado una diferencia en "La Bombonera" de un sólo tanto (el global era de 1 a 1), además de que teníamos muchos juveniles, estaba Tevez, Cángele, Pablo Álvarez, Ledesma, Calvo, Burdisso que no era tan joven pero no creo que en ese momento tuviera más de 24 años y teníamos un jugador menos porque lo habían expulsado a Fabián Vargas. Necesitábamos que pasen los minutos y encontrar un poco de tranquilidad porque River se venía. Eso sólo pasó.

-¿Pero no lo ninguneaste a Hernán Díaz?

-No, incluso a él lo expulsaron cuando pasó la lesión de Rojas, que expulsan a Sambueza.

-Se dice que es todo en la misma jugada.

-No, lo que pasa es que a través del tiempo se van agrandando todas las cosas, más que nada por el resultado final, dónde nosotros resultamos ganadores.

-En 2005, en la Bombonera, Boca le gana a River 2 a 1. A vos te reemplazan, vas al banco y cerca del final el “Chino” Benítez da la orden de esconde las pelotas. Astrada pregunta: “¿Dónde están las pelotas?”. Vos le respondés “vayan a buscarlas al arco de Constanzo".

-No me acuerdo, realmente (sonrisa). A veces uno en la pelea… Vos estás contando todas a favor, también debe haber habido alguna en contra, pero no me acuerdo de esa situación. Capaz son comentarios que tirás en el momento y pasan, no siguen. Igualmente, yo creo que muchas veces se me dio una discusión dialéctica, pero el recuerdo mayor que tengo no es de lo que pasaba en ellas, sino en lo futbolístico.

-¿Qué pensás de la salida de Román de Boca?

-Y… Ya se venía hablando. Tenía algunas diferencias con la dirigencia, uno sabía y leía. Yo no estaba metido en el club. Pero bueno, no sé si fue una decisión del club o de Riquelme. Todos los ciclos tienen un final y éste no fue la excepción. También un poco por la edad de Román uno veía que el ciclo se iba terminando porque es inevitable, nos pasa a todos, en algún momento tenés que dejar de jugar.

-¿Era Riquelme una persona conflictiva? En algún momento Julio Cáceres dijo que Palermo era un líder positivo y Riquelme uno negativo a la hora de entrenar y convivir.

-Yo conviví con él y no tengo nada para decir. Yo cumplía mi función de jugador de Boca, hacía mi entrenamiento, veía que todos tiraban para el mismo lado y sé que después que a mí me tocó irme de Boca hubo algunas relaciones difíciles entre compañeros, no sólo de Riquelme, sino de otros jugadores del plantel, pero yo no formaba parte de Boca y no estaba ahí. Lo que diga la gente el periodismo uno lo puede escuchar y leer pero no formar una opinión ni formar parte en eso de lo que se está hablando. Yo no tengo nada que decir al respecto.

-En sus etapas anteriores, Bianchi hacía rendir a los futbolistas que dirigía en un nivel superior al que habían jugado siempre: ¿Te parece que era por lo motivacional realmente?

-No, me parece que era porque siempre sus indicaciones eran simples, se entendían, no era complicado y resolvía muchas cosas con la simpleza que tiene para dirigir.

-¿Te sorprendió que vuelva a Boca?

-No, quizás me sorprendió su salida, que no consiga resultados, pero bueno, son circunstancias que le tocan vivir a cualquier entrenador por un montón de factores, desde el mal momento que está viviendo alguna individualidad, la mala elección del técnico en determinado momento para elegir a tal jugador y errarle, equivocarse, sucede, es normal. Lo que pasa es que uno, teniendo en cuenta a Bianchi, pensaba que iba a estar más cerca del título que lejos, pero bueno, le tocó este año y medio duro y lamentablemente, para quienes lo conocemos y tenemos afecto por él, se tuvo que ir

-¿Sentís que cambió el fútbol o cambió él?

-Creo que el fútbol evoluciona, cambia, el entrenador también va cambiando y va tomando algunas decisiones donde deba cambiar con respecto al pasado. Pero me parece que no le salieron las cosas y no hay que buscar tanta vuelta, nada más, como a otros técnicos tampoco en otros equipos les han salido, a él no le tocó en ésta etapa de Boca que funcionen de manera brillante, a diferencia de lo que le había sucedido sus dos etapas anteriores.

-O en Vélez…

- Sí, en Vélez también los había logrado. No es que fue solamente un momento sino que obtuvo un montón de títulos. Estamos hablando de un técnico que creo que es de los mejores que tuvo el fútbol argentino.

-¿Eso es lo que sorprende igual, no?

- Sí, sorprendió que en el último año no haya ganado, pero son momentos que les tocan a todos los entrenadores y las perspectivas que uno tenía cuando él volvía a Boca eran distintas a lo que finalmente pasó. Pero bueno, a veces sucede.

-¿Puede ser que los jugadores no haya interpretado su mensaje como lo interpretaban ustedes?

- No, quizás no estaban pasando su mejor momento los jugadores, por distintas circunstancias, pero a mí me parece que en el fondo es el mismo técnico que tuvimos nosotros y que tuvieron los jugadores de Vélez en su momento y ahora no le salieron las cosas, nada más.

-¿Qué pensás de los rumores que afirman que los jugadores le hicieron la cama?

-¡No! Es imposible.

-Alguna vez también se te involucró a vos en el torneo que pierde Boca en el Apertura 2006 con una situación similar.

- No, imaginate que nos ganó Estudiantes, menos. No, es imposible. No, para nada.

-El “Chelo” Delgado contó hace unas semanas que en la Intercontinental del 2000, Bianchi te dijo llorando que te quedabas afuera del once titular contra Real Madrid. ¿Fue así?

-No, yo ya me daba cuenta que iba a jugar Delgado por los entrenamientos. Después Carlos me invitó a hablar en privado y me dijo que a él le parecía lo mejor para el equipo poner a Delgado porque tampoco me veía bien a mí, yo había tenido una lesión y bueno él lo veía mejor a Delgado. Estuvimos hablando como una hora y media, un tiempo largo, pero la realidad fue esa. Obviamente que en el momento no me gustó, pero entendí que él era el técnico, él era quien decidía y estaba bien. Me tocó jugar creo que cinco o diez minutos y tuve la posibilidad después de tener la revancha y de jugar con Bayern Münich y con el Milan, pero no me queda ningún rencor, en contra de la decisión de Bianchi.

-Existió realmente el hecho de que Bianchi se puso a llorar?

-No, para nada.

Y me gusta el rock, el maldito rock!

Estamos en presencia del partido número 153 de Guillermo Barros Schelotto al frente de la dirección técnica del primer equipo del Club Lanús y nos encontramos nuevamente en una instancia decisiva. Esta vez por la Copa Argentina edición 2015 en un duelo siempre complicado versus Vélez Sársfield. No sólo por la naturaleza intrínseca que supone jugar contra este rival si no también por los condimentos extra que devienen en la propia historia del Mellizo jugando para Gimnasia o Boca. Y por qué no también agravado por el cuerpo técnico rival comandado por Miguel Ángel Russo e integrado por Guillermo Cinquetti, de quienes no es necesario emitir referencias.
Luego de una victoria que parecía consumada con la figura excluyente del Polaco Fritzler, el juez del partido, Beligoy, otorgó un polémico penal sobre Cubero a tres minutos del cierre, lo que posibilitó la definición medante una serie de remates desde el punto penal. En dicha instancia el Mono Monetti se erigió como gran artífice para así superar al equipo oriundo del barrio porteño de Liniers.
Otra vez Lanús volvió a sacar el pecho en una instancia crucial con un Guillermo a todo vapor, encendido, arriesgado, perspicaz, pero sobre todo líder (y también expulsado, claro). Liderazgo que por algunas veredas no abunda sobre todo cuando hay que sacar a relucir la chapa que alguna vez brilló y hoy luce un tanto oxidada.
El entrenador granate está en una nueva semifinal de Copa habiendo ya ganado la Sudamericana y obteniendo un subcampeonato doméstico. El Club Lanús está nuevamente a punto caramelo de sumar una nueva estrella.
¿Cómo se festeja ésto, se preguntan? Así, con barrio, fútbol y rock, "el maldito rock, siempre me lleva al diablo, no tengo religión!"



Tu alma es otra cosa, tu alma es la que te mueve

"Existe una afinidad con la gente porque hace mucho que estoy en el club y siempre dejé todo. Esperemos que si algún día tengo una racha negativa y erro muchos goles, no me insulten" le había dicho Guillermo Barros Schelotto a La Nación en la celebración de la Copa Libertadores del año 2001.
En la Copa del 2004 el romance del Melli con la hinchada de Boca estuvo muy lejos de perder fuerza por aquellos tiempos. La tribuna xeneize mostró un respaldo conmovedor para su racha de goles ausentes y penales fallidos, pero aún así, el Mellizo se debía una actuación que lo reivindicara con ese orgullo innato que históricamente lo caracterizó. Y la revancha no pudo ser mejor para el delantero, que festejó por partida doble: desde los 12 pasos, terminando con una serie de dos penales errados en el torneo Clausura (frente a Gimnasia y Esgrima La Plata y contra Vélez), y con el segundo tanto de Boca, que sirvió para asegurar el triunfo ante Colo Colo.
Guillermo le dedica el gol a la gente por el eterno apoyo.
"El próximo penal lo va a patear Guillermo", había dicho Carlos Bianchi el domingo anterior, un rato después de que Peratta, el arquero de Vélez en aquel entonces, frustró el intento de Guille. El desquite llegó bien rápido, como para que la polémica sobre quién debía ser el encargado de la ejecución no levante demasiado vuelo.
"Estoy contento por el triunfo de Boca y por mi actuación. Me emocionó el apoyo de la gente en los últimos partidos y por eso les dediqué el penal a ellos. Lo pateé yo porque estaba confiado, pero la verdad es que no soñaba con hacer dos goles y romper la racha negativa en este partido", reconoció Guillermo.
El grito de la gente, que pedía que el Mellizo fuese el encargado de transformar en gol el penal, por la mano del defensor chileno Henríquez, brotó espontáneo. Guillermo tomó el balón, le pegó algo mordido, al medio del arco, y puso el 1-0 para el local. A nadie le importó la calidad de la ejecución; la ovación bajó más fuerte que nunca. "A ustedes. Gracias.", dedicó el gol convertido señalando a la gente.
"Me sentí un poco molesto durante el partido porque tenía conjuntivitis en el ojo derecho y, encima, me pegaron una patada en esa zona. El triunfo de Boca fue lógico porque jugamos mejor. Esta vez pudimos hacer la diferencia rápido", comentó el siete bravo, que con esos dos tantos había llegado a los 99 en su carrera y terminaba con una sequía que duró 1094 minutos. El último festejo del delantero había sido el 22 de agosto de 2003, en la victoria sobre Rosario Central, por el torneo Apertura; en esa ocasión, Boca se impuso por 4-0 y el Mellizo también había anotado dos goles.
Por si fuera poco, el horno no estaba para bollos. El tanto de penal de Guillermo Barros Schelotto, a los 18 minutos de la etapa inicial, quebró la sequía que llevaban los delanteros de Boca, que había alcanzado los 809 minutos. El último gol de un atacante xeneize había sido de Roberto Colautti, frente a Independiente, en el Pentagonal de Grandes, en Salta.
El mismísimo Guillermo cuenta el por qué de su sentido festejo. Gracias a vos, Guille.


Redondos ojos negros que me ciegan de su tristeza

Guillermo siempre fue (hazte la fama...) un "jugador difícil" por cómo embarulla los partidos con sus protestas y pone a la gente en contra del árbitro, por sus ademanes de fastidios con gestos cuasi gremialistas o por diversas simulaciones que pueden llegar a comprar los jueces. Sin embargo una característica que siempre tuvo el Melli es el diálogo permanente y respetuoso con las autoridades en el campo de juego, sin cruzar la frontera de las palabras prohibidas. De hecho, en su frondosa carrera en Boca vio la roja solamente dos veces.
Guille festeja el gol a Cerro Porteño.
Ocurrió después de un partido de Boca contra Cerro porteño un 29 de septiembre de 2005, en Salta, donde el equipo de Alfio Basile goleó 5-1 y se clasificó a los cuartos de final de la Copa Sudamericana. En la previa de ese partido Guille arrancó en el banco y, mientras hacían los movimientos pre-competitivos, el siete bravo tuvo un cruce con el juez de línea Claudio Rossi, que esa noche era cuarto árbitro, y hablaron de fútbol, del arbitraje, de la vida... Nada de berretines. Se podría decir anti-berretines. Y ahí se enteró de que el asistente había sido una vez más papá y que su hijo, Ignacio, había nacido con Sindrome de Down. "Un rato después, cuando Guillermo estaba haciendo el calentamiento para entrar, me miró y me dijo: 'Ahora entro, hago un gol y se lo dedico a tu hijo'", recuerda el propio Rossi. Y así fue... El ídolo resolvió con un gol un partido que se había complicado y allanó el camino a la clasificación. En el medio de los festejos, donde se mezclaba la alegría de la clasificación con el desahogo por los pocos minutos que le daba el Coco, se acordó de la deuda y, cuando pasó cerca de Rossi, cumplió: "Ésto es para Ignacio".
Tremendo gesto de humanidad, espontáneo, que de no ser por el agradecimiento público del juez asistente moría en la intimidad, no pasó inadvertido por la Escuela de Árbitros. La entidad inmediatamente agradeció mediante una carta dirigida a Boca Juniors que el mismo Guillermo enmarcó y colgó en su casa de City Bell.

Sr. Pedro Pompilio
De nuestra mayor consideración:
Nos dirigimos a usted con el fin de, por su intermedio, hacerle llegar a Guillermo Barros Schelotto, jugador de su entidad, nuestras más sinceras felicitaciones por la actitud que tuvo con nuestro afiliado Claudio Rossi.
Lo ocurrido, de amplio dominio público, tuvo lugar en la ocasión del partido disputado entre la entidad que Ud. preside y Cerro Porteño, jugado en la ciudad de Salta.
La dedicatoria del gol convertido por "El Melli" hacia el mencionado Rossi, quien pasaba por un delicado momento personal, no hace más que resaltar su hombría de bien y ha sido recibida con enorme agrado por la familia arbitral.
Sin otro particular, solicitándole que le haga llegar una copia de la presente a Guillermo, lo saluda atentamente...
Jorge Ferro
Secretario General

A continuación, el gol de aquella noche copera:


Un tiempo fuera de casa

El 8 de julio de 2015 era una fecha marcada en el calendario como "Despedida de Sebastián Battaglia", organizada por la empresa que conduce Guillermo Marín. En este sentido, tiempo atrás le pregunté al Mellizo si iba a poder asistir al evento y me contestó que dependía del partido a disputarse por Copa Argentina ya que, de superponerse, iba a ser imposible su concurrencia.
Sobraban las ganas de ver a Guillermo Barros Schelotto nuevamente vestido de jugador en el césped de La Bombonera, de verlo inclinarse levemente alzando su brazo izquierdo para levantar un centro con movimiento corto de su pierna derecha pero preciso, aunque el paso del tiempo quizás mine su talento. Nos desbocaba la posibilidad de auto engañarnos evocando las viejas noches de Copa con un Mellizo indescifrable en sus gambetas y berretines. Y, como si ésto fuera poco, dejarnos embelesar por la presencia de todas las figuras que hicieron que Boca deje de ser grande para convertirse en inalcanzable.
Finalmente se postergó el compromiso que Lanús debía jugar por el certámen aludido y el mejor extremo de la historia Xeneize iba a dar el presente junto a su hermano Gustavo para disfrutar de una inolvidable noche para Battaglia, el homenajeado, los corazones de los hinchas y el Siete Bravo.
Antes de dar inicio a la fiesta, le preguntaron qué iba a sentir con la ovación que le iban a propinar los fieles presentes en el Templo de La Boca, a lo que respondió "Después te digo qué sentí. Ésta es mi casa".
El momento tan esperado llegó y, después de más de 8 años de haberse ido como jugador, los gritos de "Guilleeeermo, Guilleeeermo" volvieron a retumbar en todas las paredes de Brandsen 805. Acá las imágenes del momento y, por supuesto, una perlita de sus berretines junto al ex árbitro Angel Baldassi.


No se puede construir todo el sueño sin soñarlo

Apenas me levanto lo primero que pienso es que a las 14.30 hs. tengo que estar en La Bombonera. No juega Boca y, mejor dicho, tengo que estar en Casa Amarilla. Se hace la hora de partir hacia la cita y, acompañado de mis nervios, parto al destino señalado.
Me recibe la gente de seguridad y me anuncio para ser atendido por la persona que me debe recibir. "Tome asiento, aguarde", me dicen habiéndose sorprendido previamente por la persona a la que iba a entrevistar. Llegué a las 14.00, por si las moscas, y en la sala de espera de Casa Amarilla estuve dos horas entre nervios y ansiedad. No aburrimiento, ya que delante mío desfilaban varios jugadores hacia el gimnasio con zapatillas y ropa deportiva. Entre ellos, Diego Perotti, quien supongo no participaría del entrenamiento por cuestiones de conocimiento público y porque lo vi pasar en ojotas con medias. Una imagen vale más que mil palabras, dicen.
El Virrey posó para nosotros luego de la nota
Mientras tanto, el televisor de la sala donde me encontraba mostraba el accidente del avión que viajaba a Carmelo, Uruguay, y la renuncia intempestiva de Ramón Díaz. Se hicieron las 16 horas y la persona que esperaba se presenta, le explico qué vengo a hacer y me invita a esperar nuevamente. A los 5 minutos me dice "pase". Llegamos al pasillo previo a las canchas de Casa Amarilla y mientras dialogamos, veo a Erbes y Forlín haciendo humoradas, y a mi derecha aparece él: Carlos Bianchi.
Nos damos la mano, cumplo un sueño al hacerlo, y como me lo permiten mis nervios intento pedirle unos minutos para charlar. Estaba apurado ya que a esa misma hora comenzaba el segundo turno de entrenamiento. "Haga una cosa: quédese unos minutos acá. Los jugadores van a pasar por acá mismo rumbo al gimnasio, vuelvo y charlamos unos minutos" me indica el Virrey, tratándome de usted tal es su costumbre. 
Como bien me había adelantado, a los pocos minutos desfila el resto del plantel Xeneize que no había visto, inclusive Riquelme quien jocosamente pasa diciendo "eeh! Que se suspenda! Si no viene Ramón, no se juega" refiriéndose al Boca - River que se avecina en Cancún. "Venga, pase por acá", me dice Carlos.
Cierra la puerta de la sala a la que me llevó, la ventana que da a una de las canchas de entrenamiento y amablemente me pregunta "bueno... ¿de qué vamos a hablar?". Carlos Bianchi y yo, solos. 
En el '98 usted llegó a Boca y se encontró con Guillermo Barros Schelotto y Martín Palermo que recién llegaban al club. Hay una foto, polémica, que se decía en ese momento que usted les había dicho "uno u otro, los dos no". ¿Qué fue lo que pasó ese día?
Yo tenía dos delanteros nada más en esa época. Entonces a los dos les dije "ustedes van a jugar", así de simple. Era lo mejor que tenía en esos momentos, eran ellos que iban a comenzar jugando y que podían quedarse tranquilos porque los iba a apoyar y les iba a dar la confianza lógica.
En el año 1999 hay un partido que es recordado porque es una anécdota conocida con usted porque Guillermo, en las clásicas y reiteradas ocasiones en las que se va del partido, se fastidia, con ese gestito con la mano para atrás al ábritro, y usted decide sacarlo. ¿Qué le dijo usted al oído cuando salió de la cancha y Guillermo se sentó en el banco de suplentes?
[Se inclina, tomando la postura que tomó en aquel momento] Sacate todos los berretines que tenés en la cabeza [sonrisas]. Pero lo cómico no es lo que le dije yo. Lo cómico es que se sentó y a los cinco minutos vino, se me acercó, y me dijo "Carlos, ¿Qué quiere decir 'berretines?", éso es lo cómico [risas].
Guillermo mismo dice que, en este sentido, si hubiera protestado menos, habría jugado mejor. ¿Usted qué opina?
No [categórico]. Guillermo era así por éso. Las discusiones, vivir los partidos de la manera que los vivía... déjenlo como fue que así lo podemos disfrutar.
Y como es.
Aquella foto que dio polémica en el año 1998.
Como es, bueno sí, ya es demasiado... yo pienso que como es eh... [risas]. Manejaba mejor los tiempos como jugador que como técnico, me da la impresión. Se pone muy nervioso, se calienta demasiado.
El Boca - River de 2003 que se jugó en La Bombonera lo arrancamos perdiendo 2-0, y en un momento Guillermo se puso el equipo al hombro y marcó los dos goles agónicos que nos dan el empate. ¿Qué sensación le dejó ese partido de Guillermo, particularmente?
[Se cruza de piernas en el sillón] Lo que pasa es que uno siempre tiene... por la importancia, ¿no?. Yo tengo el partido de Paysandú. Creo que ese partido fue... Cuando un jugador se pone, digamos... es su día, porque todos tuvimos nuestro día, sea un arquero, sea un marcador lateral, sea un mediocampista, sea un delantero, cada uno de nosotros tuvimos nuestro día. Yo pienso que ese día fue el día de Guillermo, el de Paysandú, mucho más importante que el de River.
Usted en Paysandú, en el cuarto gol de Boca, hay una jugada en que Battaglia tira un pelotazo para arriba que le caía al central brasileño y usted le grita a Guillermo "andá Guille, andá Guille!"
Sí, yo estaba convencido de que le iba a errar. Era el instinto del nueve que fui. Yo sabía, estaba seguro de que tenía que arrancar antes para poder aprovechar la situación que iba a crearse a partir de que el defensor iba a terminar equivocándose.
Una vez el Pelado Moner, el antiguo central, dijo "Guillermo maneja muy bien los tres perfiles: el zurdo, el derecho y el oral". ¿Para usted es verdad?
No... el oral... cualquiera hablaba en al cancha, todos hablamos en la cancha de una manera o de otra. No, él tenía los dos perfiles que eran importantes, el derecho y el izquierdo que eran para hacer la diferencia que era lo que le aportaba él al equipo, toda su inventiva.
¿Qué recuerdo le dejó Guillermo como jugador, más que nada como persona, qué tiene que ver él con esos berretines, con lo que es afuera de la cancha?
Yo pienso que si él hubiera nacido unos veinte años antes habría sido un porteño tremendo porque tiene las cosas de los pibes de barrio, de los chicos que nos criamos en la calle pero en el buen sentido de la palabra. ¿Como decimos "chico de apartamento"?, también decimos chico de la calle pero en el buen sentido de la palabra, él era vivo, despierto, usaba la picardía en el buen sentido porque hay veces que hay algunos que "yo soy un vivo bárbaro y termino estafando a alguien", éso no es ser vivo. Él era, digamos, tenía mucha chispa, mucho ingenio.
Y calidad humana.
[Asiente] Éso aparte.
Muchísimas gracias por todo el tiempo que nos dedicó y desde La Schelotto le mandamos un saludo grande.
Un abrazo muy grande. Felicidades. Carlos.
Me trató como lo que es: un señor. Me fui de Casa Amarilla sabiendo que acababa de cumplir un sueño.